Este año, en el tradicional juego del amigo invisible que cada año celebramos tras la comida familiar en la casa del pueblo de mi familia política, me había tocado Suna Sun como sujeto a regalar. Fácil. Elegir el regalo no fue el problema (un grabado de Laffón, un artista francés que vive en el país vasco y que va de feria en feria vendiendo su obra y que nos encanta) sino mantener el secreto de que ella era mi amiga invisible. Vivo con María y mantener un secreto nunca fue uno de mis fuertes. Elegí a su tío como falso destinatario de mi regalo de cara a sus preguntas. He mantenido el tipo más o menos bien, sorteando su cuestionario acerca del tema como he podido. Esta mañana, justo antes de irnos y mientras hojeábamos el catálogo de Ikea bajo una manta gris, caliente y algo roída por el tiempo que lleva entre nuestras piernas, me ha preguntado qué libro le había comprado finalmente a su tío (suelo regalar libros siempre que el destinatario lo merece y lo soporta). Sin tiempo para pensar, le he respondido "Tombuctú" de Paul Auster, pues es el último que me he comprado, hace apenas un mes, en la feria de libros usados de la Plaza Nueva. Llevaba varios meses detrás de la edición de Anagrama pues Auster ha cambiado de manos y ahora lo lleva Booket, y teniendo casi todos en la editorial de Herralde, y siendo como soy completista, no quería quedarme sin él (lo encontré en el stand de la librería Boteros, en la cual jamás he conseguido entrar pues siempre que tengo un rato y me acerco, está cerrada y me tengo que conformar con ver a través del cristal antirrobo sus estanterías de suelo a pared y su sillón de lectura ajado). Se ha quedado muy callada. Después ducha, ropa, baño niños, vestir niños, carretera, bienvenida, risas, comida, mazapanes caseros y, por fin, reparto de regalos. Y ahí ha llegado el giro de tuerca austeriano. Cuando el miniyo2 me ha acercado el regalo que mi amiga invisible me había regalado, no he podido más que sonreir cuando al abrir la envoltura de papel marrón de la FNAC, me he encontrado con un ejemplar de "Tombuctú" de Paul Auster en mis manos.
Auster, maldito bastardo, sé que has orquestado todo esto desde tu despacho de Brooklyn. Me pregunto si no soy yo uno más de tus personajes y el azar que ronda mi vida desde que tengo uso de razón no surge del universo sino de tu estilográfica goteante. Te odio.